Mientras sigan existiendo diferencias económicas
abismales entre los países desarrollados de la Unión
Europea y los países en desarrollo de nuestro entorno,
así como los de Hispanoamérica, la afluencia
de inmigrantes empujados por el sueño de un trabajo
y una mejora de vida va a seguir en aumento. Los países
de origen no parecen tener posibilidades de acceder, por
sí mismos, a una estabilidad económica y social.
Más bien al contrario, la mayor parte de ellos parecen
estar cada vez mas lejos de poder alcanzar esa estabilidad
que tendría como afortunada consecuencia el asentamiento
estable de su población. Por otro lado, los países
ricos no parecen estar por la labor de ayudar de manera
seria y comprometida a los países necesitados de
ayuda externa.
Por lo que acabamos de ver, el flujo de salida de los emigrantes
va a ir en aumento. ¿Seguirá dirigiéndose
hacia España este flujo? Aquí sigue habiendo
muchos parados, pero "España va bien",
el crecimiento económico ha producido un aumento
de los puestos de trabajo, el problema es que los trabajos
que aparecen o aumentan son empleos precarios en duras condiciones,
cuya inestabilidad sirve a los empleadores para pagarles
mal y abusar de las condiciones de trabajo. Con este panorama,
sólo algunos parados están dispuestos a aceptar
este tipo de empleos, empleos que quedan, en su mayor parte,
a disposición de los inmigrantes que, de una manera
u otra, consigan situarse en nuestro suelo.
El periódico "Escuela Española",
daba recientemente un dato muy revelador de la velocidad
de aumento de escolares inmigrantes: En la región
de Murcia, una de las zonas españolas con mayor crecimiento,
había 260 alumnos de otros países en 1994,
en este curso hay 2700. En tan solo 5 – 6 años
se han multiplicado ¡ por diez!
La situación actual no es nada tranquilizadora y
desde luego no es para quedarse de brazos cruzados. Cuando
toda Europa se echaba las manos a la cabeza al ver a un
partido de extrema derecha gobernando en Austria en un gobierno
de coalición, aquí en España estábamos
viendo este hecho con cierta distancia no exenta de preocupación,
cuando el tema, de repente, empezó a compartir página
en los periódicos con los sucesos de El Ejido: persecución
de inmigrantes, quema de sus negocios y viviendas, y asalto
a las sedes de las organizaciones no gubernamentales que
se habían destacado por su labor de apoyo a ese colectivo.
Los pueblos nuevamente olvidan su historia. Los austríacos
no deberían haber olvidado las "hazañas"
y monstruosas consecuencias de su paisano Adolf Hitler el
día que votaron al partido de Haider, pero tampoco
los españoles podemos olvidar que, durante muchos
años, millones de compatriotas empujados por la situación
política, pero sobre todo por la situación
laboral y económica tuvieron que instalarse en Alemania,
Suiza o Francia para sacar de la penuria económica
a sus familias y de rebote mejoraron considerablemente la
economía nacional. En aquella época se exigía
un respeto a los emigrantes por parte de los países
de acogida que ahora como país de acogida parece
que lo hemos olvidado.
Mancha Real, Aravaca, Ca N’Anglada, El Ejido y tantos
otros están siendo jalones de una tortuosa ruta de
incierto destino, si no se ponen medidas correctoras desde
todos los sectores implicados.Es evidente que el mayor paso
tiene que ser el cambio de mentalidad de la sociedad en
general. Se tiene que mentalizar todo el mundo de que la
llegada continua de personas distantes geográfica
y culturalmente va a ser cada vez más numerosa, aunque
a nadie se le escapa que las dificultades para aprender
a respetar a los otros van a ser numerosas.
Si tiene que haber un cambio en la sociedad de acogida,
no es menos cierto que es necesaria una adaptación
de los inmigrantes a las reglas de la sociedad en que se
instalan, sobre todo a las legales. No puede reclamar un
inmigrante que se respeten los derechos humanos cuando él
se ve afectado por recibir un trato desigual con respecto
a otros trabajadores, mientras él mismo desprecia
los derechos de igualdad de la mujer, amparándose
en tradiciones culturales o doctrinas religiosas.
Las autoridades no pueden dejar que las situaciones conflictivas
vayan envenenándose, mirando hacia otro lado mientras
"no pase nada". La situación laboral, la
vivienda, la escolarización, la seguridad ciudadana
y tantos otros factores de bienestar no pueden verse deteriorados
por falta de medios para adaptarlos a las nuevas estructuras
de las comunidades con población inmigrante. Abundando
en el análisis de la situación actual, hay
que valorar positivamente la entrada en vigor de la Ley
de Extranjería, que hace esperar una mejora en algunas
de las circunstancias que rodean la problemática
de la población inmigrante.
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