Mal humor

Mal humor

El mal humor es una de las manifestaciones que produce esta sensación extraña e inquietante. Es decir, un humor sádico que se descarga sobre el más débil,...

El mal humor es una de las manifestaciones que produce esta sensación extraña e inquietante. Es decir, un humor sádico que se descarga sobre el más débil, el cual es tomado como chivo expiatorio de prejuicios y frustraciones. La burla y el sarcasmo aparecen como una agresión franca sobre el otro. Por otro lado, el humor cuando se transforma en patético, muestra la verdadera cara del poder. Los ejemplos sobran en los diferentes diarios, revistas y programas de televisión. En un dibujo que apareció en el diario “La Nación” se encuentra De la Rúa diciendo: “Primero el que nos iba a traer la reactivación era el blindaje, luego el megacanje, ahora el déficit cero...decime Mingo ¿no le estamos vendiendo demasiadas ilusiones a la gente?”. Le contesta Cavallo: “Tenés razón, a partir de ahora las licitaremos”.

En este sentido, ¿cuáles son las causas para que en la cultura actual prevalezca el mal humor, un humor sádico y patético? Freud plantea que la cultura está atravesada por un malestar que deviene de la condición pulsional del ser humano. Este se manifiesta en los límites para alcanzar plenamente la felicidad del individuo dentro de la cultura. Por ello señala que desde tres lados amenaza el sufrimiento: 1°) El cuerpo propio, cuyo organismo está destinado a morir. 2°) El mundo exterior que puede destruir al sujeto. 3°) La relación de éste con los otros seres humanos en la familia, el estado y la sociedad. Si las dos primeras fuentes del sufrimiento las considera inevitables, la última es inadmisible, ya que no se puede entender por qué las normas que nosotros hemos creado no pueden protegernos y beneficiarnos a todos.

Es que la cultura crea un espacio donde se desarrollan los intercambios libidinales. Este espacio lo constituye un imaginario social y simbólico que ofrece la posibilidad de que los sujetos se encuentren en comunidades de intereses, en las cuales se establecen lazos afectivos que permiten dar cuenta de los conflictos que se producen. Allí el desarrollo de las posibilidades creativas genera la capacidad de sublimación de las pulsiones sexuales y permite desplazar la agresión. Es así como este espacio se convierte en soporte de la muerte como pulsión. Cuando una cultura no puede crear este espacio-soporte, genera una comunidad destructiva. Así surge una comunidad donde la afirmación de uno implica la destrucción del otro. Esta situación está determinada por factores económicos, políticos, y sociales, cuya consecuencia es una unión en la desunión a partir de la cual triunfa el más fuerte. El predominio de la violencia transforma el humor en una burla contra el otro y contra uno mismo. El dolor no se mitiga, por el contrario, se aumenta a través de un superyó sádico. Este es reforzado, de tal manera, por el poder que ha generado un imaginario social y simbólico donde el pobre, el que no tiene trabajo, el que no puede darle de comer a sus hijos se siente culpable por su situación. En la cultura dominante no hay lugar para los excluidos socialmente; estos deben aceptar pasivamente sus condiciones de vida y sentirse culpables por no esforzarse lo suficiente. Si no logran identificarse con los personajes bellos y atractivos que aparecen en televisión, si no logran adaptarse a los ideales de consumo, será por incapacidad personal, por falta de competitividad, por desidia o, incluso, por un siniestro destino de fracaso. Deben resignarse a su situación y si cortan las rutas para ser escuchados se los acusa judicialmente. La dominación hoy se ejerce, fundamentalmente, imponiendo en la subjetividad la sensación de que nada puede ser cambiado. Su resultado es vivir un mundo sin esperanza en el plano individual, familiar y social.

Frente a este entramado social resquebrajado, una degradación de valores e ideales y la importancia del éxito, el zapping y lo descartable, los analistas debemos dar cuenta de las transformaciones en la subjetividad, donde lo que predomina es el trabajo con lo negativo. Con este término me refiero a patologías en las que aparece un agujero, el vacío, la nada, un destino trágico del funcionamiento psíquico y el pasaje al acto.

En este sentido, cada vez menos las consultas son por trastornos afectivos o existenciales característicos de las neurosis clásicas donde la represión, la inhibición, los síntomas y la angustia interrogan al sujeto. Estas se han transformado al encontrarse con un accionar impulsivo y acelerado, que caracteriza el sufrimiento de la actualidad de nuestra cultura.


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