Las vitaminas del grupo B
Son quince grupos, pero sólo 8 los reconocidos: B1, B2, B3 (o PP), B5, B6, B9 (ácido fólico) B12, B8 (o H).
La B12 y B9: Esenciales para asegurar el mecanismo de división celular. Su primer y gran síntoma es la “anemia” o falta de glóbulos rojos. La anemia por carencia de ácido fólico (vitamina B9) es de mal pronóstico en el embarazo y puede por el contrario ser atajada con una alimentación rica en productos que contengan esas vitaminas.
La B6: Importantísima en la síntesis del ADN y del ARN, es decir en los mensajeros del código genético, que gestionan el desarrollo, mantenimiento y reproducción de todas nuestras células.
Las vitaminas A, C y E: encargadas del buen funcionamiento celular.
La vitamina A: Repara tejidos, protege mucosas y refuerza el sistema inmunitario. Tambien interviene en la producción de ARN. Las cantidades de vitamina A varían. En el parto disminuyen y después vuelven a ascender. El feto acumula vitamina A, por lo que hay que aumentar los aportes de esta vitamina en un 25%.
La vitamina C: Favorece la absorción del hierro para evitar la anemia y protege a las vitaminas del grupo B de su oxidación. Un zumo de naranja al día es suficiente para mantener el nivel de esta vitamina durante el embarazo.
La vitamina E: Se almacena en el tejido adiposo y en hígado. Esencial su papel antioxidante y protector de los ácidos grasos esenciales y las membranas celulares.
La vitamina D y el calcio:
La protección ósea de la madre y sobre todo la construcción del esqueleto y los dientes del feto, son los cometidos de estas dos sustancias.
Su carencia puede afectar a madre y feto (el raquitismo es un ejemplo de ello), pero tomada en exceso, puede resultar peligrosa al feto.
Es por esta razón por la que las leches enriquecidas con vitamina D no están autorizadas en muchos países (sí en España)
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